lunes, 28 de noviembre de 2022

EL FIN DE LAS IDEOLOGIAS



El cerebro humano trabaja con las mismas claves que una super computadora, así como el lenguaje predictivo en los smart phones completa las palabras que estamos escribiendo apenas ponemos cierto juego de letras, nuestro cerebro cumple la misma función cuando leemos un texto, dándole un sentido instantáneo a lo que estamos leyendo, esto resulta muy útil especialmente cuando tenemos que atender a una extensa lectura, permitiéndonos captar el fondo del asunto y avanzar rápidamente con el texto en cuestión, esto no solo lo realiza con palabras, también con formas y colores; sin embargo esta característica resulta inconveniente cuando se trata de encontrar errores en un texto, porque nuestra mente corrige estos errores automáticamente y nos hace dificultoso identificarlos.

Así mismo nuestra mente crea paradigmas con los cuales afrontamos temas recurrentes en nuestra vida diaria, los paradigmas se construyen en base a un conjunto de experiencias las cuales crean un método, un procedimiento para cada situación o una forma de ver el mundo que nos rodea, de manera que podemos acceder a soluciones sin tener que pasar nuevamente por los análisis de viabilidad o sopesando los pro y contra, lo cual nos permite un ahorro considerable de tiempo en estos temas.

Pero, nuevamente, esta ventaja se convierte en obstáculo cuando las condiciones en que se desarrolla una circunstancia cambian y nuestro paradigma no nos permite ver el cambio, provocando que fracasemos intentando resolverlo con los anteriores valores.

Estas son manifestaciones humanas que han sido profusamente estudiadas por la ciencia; el cambio de paradigma requiere un duro y muchas veces largo proceso para que las personas puedan adaptarse a los nuevos ordenamientos y el cambio de mentalidad, a lo que suele llamarse un salto epistemológico.

En el mundo de la política social sucede lo mismo, gran parte las sociedades humanas se dividen entre conservadores y liberales, los conservadores, como su propio nombre lo dice, tratan de conservar el sistema político vigente porque les ha venido funcionando por tiempo atrás, los liberales, tratan de cambiar o reformar partes importantes del sistema porque lo consideran obsoleto de acuerdo a las nuevas circunstancias o porque es injusto para ciertos sectores de la sociedad.

Ciertamente también que existen muchos grises entre ambos bandos, desde la extrema izquierda radical hasta la ultra derecha fascista, aunque en la vida real muchas veces estos extremos terminan juntándose, pero nunca por un bienestar general.

Desde el nacimiento de las republicas a fines del siglo XIX, los partidos políticos que trataban de captar el voto ciudadano para asumir el poder, se esforzaban por representar los ideales de cierto sector social, para ello sus líderes asumían una serie de valores y estrategias que plasmaban en un ideario y plan de gobierno.

La contienda electoral requería de una sólida organización centralizada y cohesionada a través de sus propios mitos y estableciendo vínculos de camaradería entre sus militantes, los cuales debían estar firmemente comprometidos con la obra del partido, para tal fin se instituye una ideología, compuesta por toda una diferente forma de ver la sociedad política, la cual se convertirá prontamente en doctrina para todos sus miembros.

Una doctrina es el equivalente a un paradigma, no necesita análisis, este ya ha sido evaluado y sus conclusiones han desarrollado una teoría, la cual no puede ser refutada a riesgo de convertirse en traidor a la causa; la teoría se convierte por este medio en verdad absoluta, por tanto, otras visiones de la realidad son falsas y sus defensores enemigos.

Y no podemos decir simplemente que toda ideología es perversa, en el trascurso del desarrollo humano en sociedad, la ideología ha servido para agrupar a la ciudadanía en secciones diferenciadas que persigan objetivos comunes, de manera que en un esfuerzo unificado se logró avanzar en el progreso tecnológico y el reconocimiento de los derechos civiles; como todo paradigma su función es evitarnos el estudio, análisis y conclusión de los fenómenos sociales a cada paso que damos y con cada miembro que participa; pero, igual que todo paradigma la doctrina necesita ser revalorada cada cierto tiempo, pues las circunstancias cambian y las respuestas pueden no ser las mismas en una diferente coyuntura.

Los partidos políticos, con una ideología como doctrina, interpretaron de diversas maneras los intereses de las clases sociales existentes durante el siglo pasado, lo cual les brindaba la legitimidad necesaria, por lo que jugaron un papel importante en la estructura política de los estados, logrando forzar el balance imprescindible para la gobernabilidad.

A partir de mediados de los 90’, los avances de la tecnología, las continuas crisis económicas, que profundizaron excesivamente la brecha social, así como el proceso de globalización que afectó el mundo moderno, originó cambios muy importantes en la estructura de las sociedades y la forma como se relacionan sus componentes.

Uno de los mas relevantes cambios que este fenómeno provocó fue la disolución de las clases sociales tales como se conocían hasta entonces, mejor dicho, tal como las estudió y definió Carlos Marx a fines del siglo XIX; estas están ahora muy fragmentadas en diferentes estratos, los cuales comparten espacios en determinadas circunstancias, lo cual dificulta una definición concreta de cada una.

Esta dificultad para definir las nuevas divisiones de los estratos sociales en la estructura del estado, esta provocando que, los llamados partidos políticos, no puedan identificarse con determinado sector cuyos intereses puedan representar, lo que les hace perder la legitimidad que les brindaba su peso político especifico, a lo que se suma el hecho que, las sucesivas subdivisiones de estos estratos, desvalora ese peso político en cada estrato.

Ante la limitación para obtener legitimidad mediante la representación, los partidos políticos han volcado todos sus esfuerzos hacia los medios publicitarios, como único medio para colectar los votos que pueden llevarlos a las posiciones del poder.

Sin una conexión con los sectores sociales, no existe una ideología que pueden defender y convertir en doctrina, no necesitan siquiera de un plan de gobierno coherente,  militantes y simpatizantes son captados mas bien por la esperanza de conseguir un beneficio particular, antes que por un bienestar general de la nación; de esta manera las organizaciones políticas se convierten en cascarones vacíos de lo que fueron los partidos el siglo pasado, son meras maquinas electorales en busca de conseguir acceso al estado.

Esto describe una crisis sistémica, que no se va a resolver con una vacancia presidencial ni con nuevas elecciones generales, mientras las acciones que se tomen no sirvan para quebrar el círculo vicioso que crea este sistema, seguiremos teniendo mas de lo mismo, lo que significa un ahondamiento de la crisis que puede llevarnos a una explosión social de consecuencias indeseadas no solo para los liberales, sino para todos los actores del conflicto.

Claramente no es la única medida necesaria en este contexto, pero resolver la crisis de representación, viene a ser la piedra angular del problema, como sociedad necesitamos instituciones representativas que ostenten una legitimidad real, no solo en lo legal, es imprescindible que el ciudadano vuelva a creer en la política, que se sienta representado por el estado aún a pesar de sus diferentes puntos de vista.

Por eso es tan importante destacar este punto cuando planteamos la necesidad de renovar el pacto social; una nueva constitución, sí, pero en ella el punto primordial tendrá que ser la forma de resolver esta crisis de representación.

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