El cambio constitucional es un tema recurrente especialmente en Latinoamérica, tarea que se muestra sumamente difícil ya que la cúpula de los gobiernos no acepta la necesidad de un nuevo pacto social, que significaría la perdida de muchos de sus privilegios como portadores del poder.
Pero también hay una parte de la ciudadanía no logra
entender esta necesidad, saben que el sistema no funciona de forma justa para
ellos, sin embargo, solo ven la parte que les golpea directamente: el
desempleo, el alza de precios, la delincuencia, sin captar los vínculos que
tienen estos fenómenos entre sí, ni comprenden la raíz común que permite estos
se desarrollen.
La principal objeción que se levanta contra el cambio
constitucional es que crearía inestabilidad política y depresión económica, la
actualidad nacional nos comprueba que la inestabilidad y la crisis política y
económica ya están presentes, siendo más bien uno de los factores principales que
hace necesario el cambio constitucional; los continuos conflictos entre el
ejecutivo y el congreso son moneda común y no se restringen a un período de
gobierno, todos los gobiernos de las últimas décadas han presentado este
fenómeno, el cual se agudiza en cada período, la situación económica aparece estable
en el ámbito macroeconómico, mostrando números positivos, pero en el mundo real
el ciudadano común siente que su presupuesto es cada vez más estrecho, la corrupción aparece
como un mal endémico en todos los niveles del estado.
Otro argumento que enfrentamos es que no es necesario
una nueva constitución, que, si determinamos fallas en la presente, existen los
mecanismos legales para plantear reformas parciales, podemos encontrar ejemplos
en otros países; Estados Unidos es el mas relevante, tiene una constitución que
dura mas de 200 años, ha soportado varios cambios que son llamados enmiendas y ha
sido la base para la fundación de las repúblicas.
Sin embargo, resulta inapropiado, para darle un
nombre, “reformar” mas del 50% de los artículos constitucionales, especialmente
cuando estos se enfocan en derechos básicos del ciudadano para garantizar su
representación, que es el eje fundacional de toda constitución, que es lo que,
a final de cuentas, define a una nación; para el caso, lo que corresponde es
crear una nueva carta magna.
Pero asumamos, por lograr un consenso, que elegimos
“reformar” la constitución, teóricamente es posible hacerlo, para esto el congreso
tiene dos caminos, obtener la aprobación del proyecto, elaborado previamente en
la comisión de constitución, con dos tercios de los votos, en dos legislaturas
consecutivas o con una mayoría simple y luego someterlo a un referéndum popular
para que sea efectivo.
Sin embargo, nuestros congresistas han demostrado
reiteradamente que van a bloquear toda iniciativa que tienda a cambiar el
sistema político que los favorece, nada los obliga a respetar la voluntad
ciudadana, el poder que les otorga el voto popular los hace intocables.
Otro sector plantea que, dado que tanto el gobierno
como este congreso están totalmente deslegitimados, llamar a elecciones
generales sería una solución apropiada para resolver la crisis política; la
realidad nuevamente nos golpea en la cara para demostrarnos que una y otra vez
hemos cambiado presidentes, se eligieron nuevos congresistas y no alcanzamos el
cambio significativo que necesitamos, seguimos en el mismo circulo vicioso.
Nuevas elecciones no van a solucionar la crisis.
Esta crisis es crónica porque el fundamento de la
democracia es la representación de la voluntad ciudadana, representación cuyo
vínculo con los electores se ha roto y no encuentra la vía para reconectarse;
ningún régimen puede llamarse democrático, por más que presente instituciones
propias como parlamento, tribunales de justicia y elecciones generales, si a
pesar de todo no es capaz de interpretar el mandato de su pueblo.
Lo paradójico en estas circunstancias es que, aquellos
congresistas que se niegan a aceptar un cambio constitucional a través de una
asamblea constituyente, proyectan cambiar más de cincuenta artículos de la
constitución, pero en un sentido que incrementa el poder y privilegios de sus
propias posiciones políticas.
En otras palabras, niegan la posibilidad al ciudadano
para realizar los cambios en su constitución y se asumen como los únicos que
pueden hacerlo en sus propios términos.
El factor relevante como podemos ver es la
representación, como columna vertebral de cualquier pacto social, entendiendo
que este punto tiene que ser esencial en el debate constitucional, hay que
tener presente que también necesitamos una definición preliminar, expresada en
una ley de reforma electoral, antes de llegar a la convocatoria de una asamblea
constituyente, porque así como el llamado a elecciones generales no supone una
solución a la crisis política, convocar a una constituyente dentro de las
mismas reglas que impone el sistema, pondría un cerrojo a la posibilidad de un
cambio, debido, nuevamente, a que los asambleístas no podrían asumir la
representación del ciudadano.
Cambios imprescindibles para cerrar la brecha de
representación son tanto los métodos de elección, como la definición de los
roles que deben desarrollar los que sean elegidos en las posiciones designadas.
Muchos otros aceptan que debe hacerse un cambio
constitucional, pero archivan la idea bajo el argumento de que no existe aún el
momento constituyente necesario para plantearlo; hace falta detenerse en esta deducción,
si analizamos que no hay un momento constituyente ¿Cuándo estaremos dispuestos
a plantear esta propuesta? ¿Cuándo el momento constituyente surja espontáneamente
de la nada?
Resulta obvio que el momento constituyente se va
construyendo planteando la idea desde un inicio, mostrando los fundamentos de
la propuesta, debatiéndola en diversas instancias, dándole forma a las opciones
que existen para concretarla, captando el apoyo de los sectores sociales, es
materia de un trabajo político.
Por otro lado, con un país sumido en sucesivas crisis políticas,
que han deslegitimado a los poderes del estado, cuando el ciudadano ha perdido
todo sentido de representación en su clase política, cuando la población esta
sintiendo el impacto del desempleo, la corrupción, el alza constante del costo
de vida, la escasez de productos de primera necesidad, la delincuencia y la insuficiencia
de los servicios básicos del estado como salud y educación, etc. ¿aún creen que
no hay espacio para un momento constituyente? ¿entonces para cuándo?
Una crisis de representación política, tan profunda
como la que vivimos, solo se resuelve restaurando los vínculos que legitiman
dicha representación, tarea que necesariamente debe ser llevada a cabo por una
asamblea constituyente, que deberá evaluar el sistema político fundándose en el
principio de justicia social; elaborando un proyecto de constitución que tendrá
que ser aprobado, artículo por artículo, en un referéndum popular que le dará vigencia.
Tengamos en cuenta que la ausencia de legitimidad trae,
tarde o temprano, como consecuencia el rompimiento del orden político, el
desbalance de poderes, y esto lleva a un agravamiento de la crisis que puede
desembocar en un estallido social cuya violencia llegue a ser difícil de
controlar y que nadie de uno u otro lado del espectro político puede desear.
Muy acertado tus puntos de vista. Creo que lo único está faltando es el contexto de ls restricciones que está imponiendo la derecha a la evolución democrática.
ResponderEliminarCada vez se organizan más para echar andar maquinarias mediáticas y oligaruicas que frenan cualquier avance hacia la democracia real. Y en esos los congresos divididos y las izquierdas dubitativas o blandengues están siendo cómplices de esos delincuentes.