domingo, 13 de noviembre de 2022

LULA ANTE EL OCASO Y LA ALBORADA


La década del 20 se ha iniciado con un ascenso significativo de los regímenes llamados de izquierda en América Latina, Colombia con Petro, Brasil con Bolsonaro, Chile con Boric, Argentina con Fernández, México con López Obrador, Bolivia con Arce, Honduras con Xiomara Castro, Nicaragua con Ortega, Venezuela con Maduro, Perú con Castillo, Cuba con Diaz Canelo.

Aunque todos se han hecho elegir con los votos de la izquierda, sus actuaciones demuestran muy diferentes niveles de compromiso con los ideales que la izquierda, especialmente la latinoamericana, pregona.

Lo que deberíamos resaltar es que, desde hace medio siglo a la fecha, hemos estado viviendo ciclos sucesivos, donde con mayor o menor fuerza, regímenes de izquierda han asumido el poder en la región, para a continuación ceder el lugar a regímenes de ultra derecha, los que a su vez abandonan el poder en manos de otro régimen de izquierda y de esta manera la sucesión se vuelve continua, sin que se pueda resolver las contradicciones que envuelven la crisis del actual sistema político.

Un análisis somero de coyuntura nos va a revelar que la raíz de esta situación se encuentra en la estructura misma del sistema, el cual está diseñado para reproducir las circunstancias que lo sostienen.

En primer lugar los procesos electorales se llevan a cabo con muchas restricciones, la ley les otorga derechos a unos partidos políticos que por su naturaleza no representan a ninguno de los sectores sociales que deberían representar, de manera que tienen que manipular la opinión pública a través de las millonarias sumas que se invierten en publicidad, financiación que deben obtener de los grupos económicos hegemónicos que manejan el país, cuando no de dineros sucios provenientes de actividades ilegales, y a los cuales luego en el poder deben retribuir con prebendas del estado.

 En segundo lugar, mas allá de los gobernantes elegidos, existe toda una extensa maquinaria del estado, poblado de un ejército de funcionarios que la ponen en movimiento, los cuales se restringen a normas obsoletas, cuando no están manipulados por la corrupción, lo que es capaz de enterrar en una maraña burocrática las mejores intenciones de cambio que pueda asumir un gobernante.

El ciclo se completa porque la derecha en el gobierno hace sentir al ciudadano que abusa de su poder y favorece solo a los estratos económicamente altos, radicalizando la protesta social lo que lleva al electorado hacia una posición de izquierda que propone atender sus necesidades; mientras que la izquierda en el poder, mediatizada tanto por los poderes facticos como por la burocracia del aparato estatal, se ve imposibilitada de realizar cambios esenciales y hace sentir al ciudadano que traiciona sus promesas, llevando al electorado a volver hacia las propuestas de modernización e inversión privada de la derecha.

Queda claro que el cambio de gobierno, el ascenso de uno u otro personaje como presidente del país, no rompe el ciclo, no es capaz de ofrecer soluciones por sí mismo.

Este es un signo claro del ocaso de un sistema político elaborado hace mas de dos siglos atrás, mucho antes de todo el proceso de globalización que ha cambiado drásticamente la forma de vida en el planeta; los procedimientos determinados para dar funcionalidad a una sociedad con clases bien delimitadas, con fuerzas de mercado estables, con una media de bienestar ciudadano tolerable, no esta dando resultados mínimamente aceptables; la crisis disfuncional del sistema esta elevando el caos a un nivel de normalidad cotidiana, donde la radicalización de la protesta popular no esta encontrando medios para disminuir la presión política que puede desembocar en una explosiva ruptura que costaría muchas vidas humanas.

Por otro lado, el hecho comprobado de que las izquierdas, de uno u otro signo, estén ganando cada vez mayores espacios políticos, nos abre la esperanza de que una alborada democrática está surgiendo; un desesperado, pero no por eso menos elaborado, intento de reemplazar el sistema caduco, rompiendo el circulo vicioso con que se autorreproduce, y construyendo la necesaria representatividad que impone una democracia funcional, en la cual el bienestar humano es la prioridad, segundo la economía y tercero el mercado.

Resulta obvio que el cambio de sistema no va a proceder de una insurrección o u golpe de estado; hay una evolución social que debe trasformar la forma de sentir la política en el ciudadano, para luego quizá devenir en insurrección como puntada final; para ello están surgiendo nuevos lideres, en el sentido exacto de la palabra, que tendrán que reemplazar a los caudillos que nos dejo la vieja escuela; donde la mente no trabaja en base a doctrinas, como en el pasado, sino en base a crítica y análisis.

Hegel planteo la dialéctica como problema filosófico en el sentido idealista, Marx le dio una aplicación materialista analizando el sistema político y social de la época; la lucha y unidad de los contrarios es la base del planteamiento dialectico; tenemos que entender que la izquierda y la derecha, en política, son dos caras de la misma moneda, no existe una sin la otra, no somos enemigos sino contrincantes, en ambos lados hay parte de razón; sin embargo la ultra izquierda, tanto como la ultra derecha, al verse como enemigos acérrimos, al tratar de eliminar al otro, solo logran desvanecerse a sí mismos; al final los extremos se juntan en una especie de autodestrucción total.

La alborada que presagia la actual ola de gobiernos de izquierda en Latino América, pudiera aprovecharse para dar un paso audaz hacia la consolidación de derechos ciudadanos y fortalecimiento de la democracia continental, con la creación de un organismo supranacional, que incorpore a estos gobiernos de la región, el cual exija a los países miembros mostrar avances en la implementación de medidas que vayan en esta dirección, de manera que, como contraparte, se garantice cooperación económica y un trato privilegiado en el comercio, así como otros beneficios que se puedan acordar.

En un punto inicial algunos gobiernos no estarán listos para incorporarse como subscriptores del acuerdo, pero como simpatizantes de la idea, pueden apoyar el proyecto participando como adherentes, con representación en el consejo directivo, pero sin voto.

Existen puntos importantes que deberían incorporarse en el acuerdo fundacional de este organismo latinoamericano que pongo a consideración:

1-    Incorporar el enfoque de genero en la curricular educativa

2-    Legalizar el aborto

3-    Legalizar el matrimonio igualitario

4-    Crear los instrumentos legales en función de priorizar la participación del estado en la explotación de los recursos naturales

5-    Suscribir los compromisos internacionales para la defensa del medio ambiente e impulsar el desarrollo de fuentes alternativas de energía ecológica

6-    Desarrollar acuerdos de libre comercio entre los países de la región

7-    Ampliar la creación de zonas francas en las fronteras

8-    Agendar la creación de un organismo de cooperación militar y defensa continental

9-    Impulsar la ampliación de los servicios de salud y educación a cargo del estado

10- Asumir una activa defensa del sector agrario como base alimentaria del país

11- Desarrollar formas legales que lleven a la ampliación de la democracia, asegurando una participación cada vez mayor del ciudadano en las decisiones del estado; lo que implica realizar reformas en la estructura del estado y modificar las leyes electorales

Llegar a acuerdos de esta naturaleza significaría un paso importante en el fortalecimiento del subcontinente y la luz de la alborada que anuncia el rompimiento del círculo político neoliberal vigente.

Una vez más, cambios fundamentales necesitan de voluntad política, esta en manos de los gobiernos de turno el tomar acción.

  

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