La década del 20 se ha iniciado con un ascenso significativo de los regímenes llamados de izquierda en América Latina, Colombia con Petro, Brasil con Bolsonaro, Chile con Boric, Argentina con Fernández, México con López Obrador, Bolivia con Arce, Honduras con Xiomara Castro, Nicaragua con Ortega, Venezuela con Maduro, Perú con Castillo, Cuba con Diaz Canelo.
Aunque todos se han hecho elegir con los votos de la
izquierda, sus actuaciones demuestran muy diferentes niveles de compromiso con
los ideales que la izquierda, especialmente la latinoamericana, pregona.
Lo que deberíamos resaltar es que, desde hace medio
siglo a la fecha, hemos estado viviendo ciclos sucesivos, donde con mayor o
menor fuerza, regímenes de izquierda han asumido el poder en la región, para a
continuación ceder el lugar a regímenes de ultra derecha, los que a su vez
abandonan el poder en manos de otro régimen de izquierda y de esta manera la
sucesión se vuelve continua, sin que se pueda resolver las contradicciones que
envuelven la crisis del actual sistema político.
Un análisis somero de coyuntura nos va a revelar que
la raíz de esta situación se encuentra en la estructura misma del sistema, el
cual está diseñado para reproducir las circunstancias que lo sostienen.
En primer lugar los procesos electorales se llevan a
cabo con muchas restricciones, la ley les otorga derechos a unos partidos
políticos que por su naturaleza no representan a ninguno de los sectores
sociales que deberían representar, de manera que tienen que manipular la
opinión pública a través de las millonarias sumas que se invierten en
publicidad, financiación que deben obtener de los grupos económicos hegemónicos
que manejan el país, cuando no de dineros sucios provenientes de actividades
ilegales, y a los cuales luego en el poder deben retribuir con prebendas del
estado.
En segundo
lugar, mas allá de los gobernantes elegidos, existe toda una extensa maquinaria
del estado, poblado de un ejército de funcionarios que la ponen en movimiento,
los cuales se restringen a normas obsoletas, cuando no están manipulados por la
corrupción, lo que es capaz de enterrar en una maraña burocrática las mejores
intenciones de cambio que pueda asumir un gobernante.
El ciclo se completa porque la derecha en el gobierno hace
sentir al ciudadano que abusa de su poder y favorece solo a los estratos
económicamente altos, radicalizando la protesta social lo que lleva al
electorado hacia una posición de izquierda que propone atender sus necesidades;
mientras que la izquierda en el poder, mediatizada tanto por los poderes
facticos como por la burocracia del aparato estatal, se ve imposibilitada de
realizar cambios esenciales y hace sentir al ciudadano que traiciona sus
promesas, llevando al electorado a volver hacia las propuestas de modernización
e inversión privada de la derecha.
Queda claro que el cambio de gobierno, el ascenso de
uno u otro personaje como presidente del país, no rompe el ciclo, no es capaz
de ofrecer soluciones por sí mismo.
Este es un signo claro del ocaso de un sistema
político elaborado hace mas de dos siglos atrás, mucho antes de todo el proceso
de globalización que ha cambiado drásticamente la forma de vida en el planeta;
los procedimientos determinados para dar funcionalidad a una sociedad con
clases bien delimitadas, con fuerzas de mercado estables, con una media de
bienestar ciudadano tolerable, no esta dando resultados mínimamente aceptables;
la crisis disfuncional del sistema esta elevando el caos a un nivel de
normalidad cotidiana, donde la radicalización de la protesta popular no esta
encontrando medios para disminuir la presión política que puede desembocar en
una explosiva ruptura que costaría muchas vidas humanas.
Por otro lado, el hecho comprobado de que las
izquierdas, de uno u otro signo, estén ganando cada vez mayores espacios
políticos, nos abre la esperanza de que una alborada democrática está
surgiendo; un desesperado, pero no por eso menos elaborado, intento de reemplazar
el sistema caduco, rompiendo el circulo vicioso con que se autorreproduce, y construyendo
la necesaria representatividad que impone una democracia funcional, en la cual
el bienestar humano es la prioridad, segundo la economía y tercero el mercado.
Resulta obvio que el cambio de sistema no va a
proceder de una insurrección o u golpe de estado; hay una evolución social que
debe trasformar la forma de sentir la política en el ciudadano, para luego
quizá devenir en insurrección como puntada final; para ello están surgiendo
nuevos lideres, en el sentido exacto de la palabra, que tendrán que reemplazar
a los caudillos que nos dejo la vieja escuela; donde la mente no trabaja en
base a doctrinas, como en el pasado, sino en base a crítica y análisis.
Hegel planteo la dialéctica como problema filosófico
en el sentido idealista, Marx le dio una aplicación materialista analizando el
sistema político y social de la época; la lucha y unidad de los contrarios es
la base del planteamiento dialectico; tenemos que entender que la izquierda y
la derecha, en política, son dos caras de la misma moneda, no existe una sin la
otra, no somos enemigos sino contrincantes, en ambos lados hay parte de razón;
sin embargo la ultra izquierda, tanto como la ultra derecha, al verse como
enemigos acérrimos, al tratar de eliminar al otro, solo logran desvanecerse a sí
mismos; al final los extremos se juntan en una especie de autodestrucción
total.
La alborada que presagia la actual ola de gobiernos de
izquierda en Latino América, pudiera aprovecharse para dar un paso audaz hacia
la consolidación de derechos ciudadanos y fortalecimiento de la democracia
continental, con la creación de un organismo supranacional, que incorpore a
estos gobiernos de la región, el cual exija a los países miembros mostrar
avances en la implementación de medidas que vayan en esta dirección, de manera
que, como contraparte, se garantice cooperación económica y un trato
privilegiado en el comercio, así como otros beneficios que se puedan acordar.
En un punto inicial algunos gobiernos no estarán
listos para incorporarse como subscriptores del acuerdo, pero como
simpatizantes de la idea, pueden apoyar el proyecto participando como
adherentes, con representación en el consejo directivo, pero sin voto.
Existen puntos importantes que deberían incorporarse
en el acuerdo fundacional de este organismo latinoamericano que pongo a
consideración:
1- Incorporar el enfoque de genero en la curricular
educativa
2- Legalizar el aborto
3- Legalizar el matrimonio igualitario
4- Crear los instrumentos legales en función de priorizar
la participación del estado en la explotación de los recursos naturales
5- Suscribir los compromisos internacionales para la
defensa del medio ambiente e impulsar el desarrollo de fuentes alternativas de energía
ecológica
6- Desarrollar acuerdos de libre comercio entre los
países de la región
7- Ampliar la creación de zonas francas en las fronteras
8- Agendar la creación de un organismo de cooperación
militar y defensa continental
9- Impulsar la ampliación de los servicios de salud y
educación a cargo del estado
10- Asumir una activa defensa del sector agrario como base
alimentaria del país
11- Desarrollar formas legales que lleven a la ampliación
de la democracia, asegurando una participación cada vez mayor del ciudadano en
las decisiones del estado; lo que implica realizar reformas en la estructura
del estado y modificar las leyes electorales
Llegar a acuerdos de esta naturaleza significaría un
paso importante en el fortalecimiento del subcontinente y la luz de la alborada
que anuncia el rompimiento del círculo político neoliberal vigente.
Una vez más, cambios fundamentales necesitan de
voluntad política, esta en manos de los gobiernos de turno el tomar acción.
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