¿Por qué la bandera de nueva constitución recorre
actualmente América Latina? La respuesta recurrente es que la sociedad que rige
tal constitución ha sufrido cambios radicales a consecuencia de las
transformaciones tecnológicas, la globalización, la posmodernidad. Pero, ¿es
necesario realmente cambiar la constitución o una reforma parcial de ciertos
aspectos de la misma seria suficiente para adecuarla a la nueva realidad
social? La respuesta a esta interrogante es la que divide actualmente a los
electores en cada nación.
Se define la constitución política de un estado como
un pacto social entre los diferentes estamentos de una patria soberana; pero
muchas veces se confunde este acuerdo nacional con una decisión sobre políticas
de estado, que son mas bien materia de la labor legislativa y no de la constituyente,
esto se fundamenta en que las políticas de estado son aplicables como respuesta
a circunstancias sociales, económicas o políticas, las cuales pueden cambiar
impredeciblemente y las respuestas a las mismas estarán influenciadas por la
ideología dominante en los poderes del estado en un momento determinado;
mientras que el pacto social que refrenda la constitución se refiere al acuerdo
que las naciones se comprometen a respetar para definir las instituciones que
forman la estructura del estado, los derechos y libertades de los ciudadanos,
pero fundamentalmente, la forma como los ciudadanos tomaran las decisiones
respecto a las políticas de estado, lo que definirá que tipo de patria queremos
construir.
Las constituciones actuales, en América Latina especialmente,
adolecen de dos factores que las vuelven endebles, lo primero es que tratan de
dictar políticas de gobierno, reduciendo el rol del estado a un papel
subsidiario en relación a la empresa privada, limitando excesivamente su acción
de control, definiendo políticas económicas como el modelo primario exportador,
creando regímenes especiales para las empresas extranjeras, regulando la
tributación, definiendo las líneas educativas y de salud reproductiva, entre
otras; lo que las convierte en estacionales, frágiles a los cambios de opinión
de una mayoría o del grupo hegemónico en el gobierno de turno.
Lo segundo es su absoluta falta de representatividad;
las constituciones republicanas, en su generalidad, declaran erróneamente la
democracia representativa, cuando realmente ejercen una democracia delegativa; la
cual fue institucionalizada en los finales del siglo XIX, y se basa en un
sistema de partidos que, con una particular ideología política, están supuestos
a representar a las diferentes clases sociales existentes y cuyo trabajo social
en la ciudadanía le ganará el apoyo en votos para poner un numero proporcional
de delegados al parlamento, quienes, consecuentes con los ideales que proclaman,
deben defender los intereses de sus electores en el debate legislativo.
Afirmamos que la democracia republicana actual es
delegativa y no representativa, como pretende ser, porque hace más de medio
siglo que han dejado de representar; en el acto electoral, el ciudadano al
emitir su voto, lo que hace es delegar su poder de decisión en otra persona, la
cual debe suponerse mejor capacitada para la función y la cual no responde
necesariamente a la opinión de sus electores, ni está obligado a dar cuenta de
sus decisiones ante nadie más.
La delegación de poderes se estipula en el siglo XIX
con la concepción de que el pueblo, en su gran mayoría iletrado, no poseía las
capacidades para decidir las cuestiones del gobierno de un estado, las que
serian tomadas por la élite ilustrada, que supuestamente tendría las
habilidades necesarias para esta labor.
El siglo XXI se presenta con profundos cambios
sociales, los cuales no solo modifican los parámetros del desarrollo humano,
sino incluso cambian el significado de muchos términos; para el mundo
posmoderno representación significa participación, cuando no se puede
garantizar la participación activa del ciudadano, este no se sentirá
representado de ninguna manera.
Con los avances de la tecnología y el proceso de
globalización, el sistema social a entrado en un proceso de cambios que han
vuelto obsoletos los supuestos del siglo pasado; las clases sociales, como eran
entendidas por Marx o Weber, no existen más,
actualmente la sociedad moderna esta estratificada en múltiples sectores algunos
de los cuales se superponen en determinados tiempos y espacios; por esta razón
sus intereses varían en correspondencia; los partidos políticos al no alcanzar
la capacidad de representar tan variados intereses, pierden la autoridad que
les brindaba la ideología, convirtiéndose en simples cazadores de votos,
cascarones vacíos de propuestas, que sobreviven acechando a los ciudadanos con
promesas que saben que no podrán cumplir, cuyo objetivo es colocar la mayor
cantidad de delegados en el parlamento para cumplir con los intereses de
aquellos que financiaron sus millonarias campañas publicitarias y poder medrar
del presupuesto público.
De esta manera la política pública se ha convertido en
un mercado de corrupción, con supuestos lideres que no representan a nadie
socialmente, que una vez elegidos no dan cuenta ante nadie de sus actos, es más,
que son protegidos por una inmunidad malentendida, que se sustentaba como protección
a los tribunos de sus opositores políticos y que ahora es usada para blindar
sus actos delincuenciales; son supuestos lideres creados artificialmente por un
aparato mediático que se alimenta de los mismos fondos que drenan de la
corrupción.
No existen mas las clases sociales que definían la
existencia de los partidos políticos tradicionales, sin embargo, las
constituciones republicanas continúan reforzando la presencia de estos en el
sistema electoral que alimenta la estructura del estado.
La existencia de partidos y lideres que no representan
a la sociedad que pretenden gobernar, crea una crisis que golpea constantemente
el sistema político y hace imposible a cualquier gobernante, sea de derecha,
izquierda o centro, sostener un programa ni siquiera al mediano plazo.
Esto demuestra la urgencia de un nuevo pacto social,
uno que corrija los dos factores que están impidiendo a nuestras sociedades
superar la crisis que agota el sistema cada vez con mayor impacto y que podría
desencadenar una anarquía autodestructiva con graves consecuencias.
Necesitamos una constitución que se ciña, en primer
lugar, a exponer la visión y misión con la que los ciudadanos como sociedad
organizada se proponen construir una nación.
Segundo, a establecer los derechos ciudadanos, en
todos los niveles, tanto civiles, como políticos, sociales y culturales,
estableciendo además los deberes que como ciudadanos comprometidos con la
patria están obligados a cumplir.
Tercero, crear los poderes del estado y la estructura
de sus instituciones, definiendo sus funciones generales y específicas, dando
las líneas de cómo se dirigirán estas y como se designará a sus funcionarios,
el tiempo de sus mandatos, así también el cómo se manejará la interdependencia
entre ellas.
Cuarto, a establecer un sistema electoral que devuelva
el control de las decisiones de estado a la ciudadanía; convirtiéndonos en una
verdadera democracia representativa.
Quinto, a definir los procedimientos que regirán para
las reformas o cambio de la constitución.
La segunda parte se refiere a la representatividad que
debe generar un gobierno; hemos señalado como los partidos políticos
tradicionales se volvieron obsoletos a partir de la disolución de las clases sociales
que estaban supuestos a representar, convirtiéndose en vientres de alquiler
para personajes ignominiosos que buscan aprovecharse de las posiciones de poder
que el estado les puede brindar.
Romper con ese proceso delincuencial requiere cambiar
los métodos de elección de nuestras autoridades; por principio, abandonar los
privilegios de los partidos, no vamos a votar por partidos que no son
representativos, si votamos por personas que pueden merecer nuestra confianza,
dejemos que ellos mismos hagan el trabajo en su propia comunidad, que puedan postularse
para cualquier puesto publico sin necesidad de estar respaldados por un partido,
los partidos y organizaciones políticas seguirán existiendo, podrán apoyar a
cualquier candidato de sus preferencias, pero queda establecido que ningún
candidato tiene un vinculo mandatorio con cualquiera de ellas, por el mismo
motivo no se reconocerán bancadas, ni alianzas, cada representante es
responsable de su desempeño.
Segundo, los representantes al parlamento deben ser
elegidos de manera exclusiva por cada distrito electoral, lo que significa que,
si tiene que elegirse 100 representantes, deberán delimitarse 100 distritos
electorales, los cuales se distribuirán proporcionalmente en las diferentes
regiones de acuerdo a su población electoral.
Tercero, los representantes no son dueños de sus votos
y opiniones, son solo los voceros de sus representados, es decir de los
ciudadanos de su distrito electoral por el cual han sido elegidos; es
obligación de los representantes llevar un mandato de sus electores para cada
votación.
La función esencial del parlamento es elaborar leyes,
una función subsidiaria es de control al gobierno, la cual se ejecuta a través
de interpelaciones a sus ministros y la potestad de censura a los mismos; el
parlamento no tendrá facultades investigadoras, la cual procede solo para el
poder judicial.
Los electores de cada distrito deben tener la potestad
de censurar a su representante en cualquier momento de su periodo por votación
simple.
La representatividad de los parlamentarios estaría de
esta manera asegurada, eliminando aquella prerrogativa que acepta su propio
criterio como el de la mayoría, convirtiéndolos de esta manera en simples
portavoces.
La democracia representativa supera a la democracia
delegativa, adecuándose a los cambios sociales de la era moderna; la
implementación del voto electrónico es una exigencia del mundo digital para
facilitar la acreditación del mandato de los parlamentarios.
La eliminación del voto obligatorio es otro punto
esencial para afirmar la representatividad; la obligación de votar se impuso en
el supuesto que, la participación de la gran mayoría de los ciudadanos, daría al
gobierno la legitimidad que necesita; sin embargo, esto jugó en sentido
contrario, pues cuando el ciudadano se siente apremiado para emitir su voto,
especialmente en circunstancias donde este se encuentra desinformado y ni los
candidatos ni el sistema le ofrecen garantías de confianza, llega al ánfora
electoral sin ninguna convicción y emite un voto vacío de contenido, aun cuando
marca la casilla de algún partido, es un voto de desesperanza que no sirve, políticamente
hablando, para legitimar un gobierno; aunque legalmente sea válido; así en las últimas
décadas, muchas personas llegan a las urnas, no a votar por un candidato de su
preferencia, sino para emitir un voto en contra del candidato que rechazan con
mayor fuerza; por eso el ciudadano común no se siente representado por los
gobiernos de turno, generando una crisis de legitimidad permanente,
convirtiendo en irrelevante que tipo de gobierno asuma el poder.
El voto optativo genera una responsabilidad del
votante que tiene que asumir su decisión a lo largo del periodo, rompiendo el
peso político del voto en contra; esto otorga per se la legitimidad que
necesita cualquier gobierno, porque incluso el ausentismo está votando
virtualmente, al no asistir, esta diciéndonos que no le importa quien sea
elegido, que cualquiera de ellos le da igual, de manera que muy poco puede
sentirse de oposición.
En este punto de nuestra ponencia podemos darnos
cuenta que la implementación del voto electrónico será el motor que impulse
toda la cadena de trasformaciones requeridas; la sencillez, celeridad, lo
asequible y seguro que provee la sistematización de los procesos electorales,
abre el camino para que las consultas puedan realizarse con mucha regularidad y
por lo tanto acerca de los más diversos temas.
Otro punto importante a establecer es la injerencia de
los sectores empresariales en los procesos electorales; estamos acostumbrados a
ver campañas publicitarias millonarias en cada elección, lo que conlleva avisos
a toda pagina en los diarios de mayor circulación, paneles publicitarios en las
principales vías, volantes, afiches y murales distribuidos en toda la ciudad, así
como espacios en la radio y televisión, para promocionar a un candidato; ¿nos
preguntamos quien paga todo esto?, la respuesta obvia es, donaciones de
campaña, ¿Quién esta dispuesto a donar miles o millones a una campaña
electoral? Solo grandes empresas tienen la capacidad de disponer de estas sumas
de dinero con esa facilidad, pero, ¿Cuál es la finalidad por la cual dispensan
estas sumas?, las empresas se manejan como líneas de negocio, invierten
capitales donde esperan recibir ganancias, nadie regala dinero sin una
finalidad en el mundo de los negocios, se deduce entonces que su expectativa es
recuperar su inversión con ingentes ganancias, de acuerdo al riesgo, cuando el
candidato asume la posición esperada, ¿Cómo lo logran? Exigiendo privilegios
ilegales que los ponen en ventaja para hacer negocios con el estado en desmedro
del presupuesto nacional.
Quebrar esta cadena de corrupción requiere controlar
el flujo de dinero que financia las campañas; significa impedir no solo el
flujo de dinero sucio, sino de todos aquellos financiamientos que corren tras la
inmoralidad en el poder.
Esto requiere bloquear todo financiamiento electoral
privado, estableciendo que el estado es el único autorizado para efectuar
propaganda electoral, a través de espacios contratados en los medios de
comunicación hablados, escritos y televisivos, así como paneles en vías públicas, los cuales serán distribuidos de manera
equitativa entre los candidatos competidores; quedando abierta la posibilidad
de estos hacer campaña a través de las redes sociales, mítines públicos y
volanteos; lo cual deberá ser regulado
por la ley; esta es la manera de evitar que sea el poder económico el que
influya en la elección de un líder político, dando a todos los candidatos las
mismas posibilidades de llegar a sus electores con sus propuestas.
Volvemos a la pregunta inicial ¿es necesario tener una
nueva constitución o es suficiente una reforma parcial?
Quienes se oponen incluso a consultar la ciudadanía la
opción de una nueva constitución, argumentan que existen muchas reformas
necesarias y urgentes que el país necesita antes de pensar en una nueva carta
magna, que es un proyecto de mediano plazo; planteando que no existe aún un
momento constitucional que impulse un giro político que justifique una asamblea
constituyente.
Es cierto que existen muchas reformas en campos como
la salud, el transporte, educación etc. que son muy importantes y que no
necesariamente dependen de un cambio constitucional, sin embargo, asumiendo los
razonamientos que hemos presentado y teniendo en cuenta la experiencia
histórica, las probabilidades de que todas estas reformas sean burladas por la
corrupción y los intereses creados, es demasiado alta como para tomar el riesgo,
porque seguimos funcionando en el mismo circulo de poderes facticos que han
creado esta crisis y que durante años están tratando de administrarla en
provecho propio.
La premisa del momento constitucional se devela teniendo
en cuenta que no brota espontáneamente en una coyuntura especifica, mas bien,
es un proceso que se va construyendo, lo que hace necesario que la propuesta sea
impulsada permanentemente hasta llegar a una concientización ciudadana que lo
convertirá en activo.
El otro argumento, de ir a reformas parciales, cae por
su propio peso, ¿Quiénes serian los responsables de activar las reformas
necesarias? ¿acaso no serían los mismos que hoy en día evaden su compromiso, no
representan a ningún sector especifico y no dan cuenta de sus actos ante nadie?
¿cómo podemos confiar la responsabilidad del cambio a los mismos se benefician
con el statu quo?
La coyuntura demuestra que un nuevo pacto social resulta
imprescindible si pretendemos quebrar la mecánica de retroalimentación de este
sistema, que favorece la corrupción y que ha generado la grave crisis política
que estamos viviendo.
Los hechos sociales trascienden a las pretensiones de
las personas y no es casual que esta década esté marcada por el clamor de una nueva
constitución.
De las transformaciones que la tecnología ha venido
provocando en las formaciones sociales, emerge ahora esta brega que busca conquistar
una actualización de las condiciones en que funcionan nuestras sociedades.
Lo que un nuevo pacto social significa, es el logro de
una competencia de esfuerzos para elaborar un acuerdo, entre los diferentes
estamentos funcionales de la sociedad, que exprese los intereses comunes de las
partes y cree los mecanismos para asegurar que ninguna de ellas tome ventaja
sobre la otra; acuerdo que necesita de las fortalezas políticas de una
izquierda y una derecha con signos de madurez, inteligente y racional, desprovistos
de radicalismos y fundamentalismos, ya que además deben tomar una significancia
histórica planteando un proceso político de largo plazo.
Algo que debemos tener muy presente es que una constitución
no será la solución para todos los conflictos sociales y políticos que esta
crisis ha creado, pero es la herramienta que nos permitirá empezar a actuar
directamente dando respuesta a los mismos.
Que la evolución del principio constitucional está en
marcha es un hecho incontrastable, los esfuerzos del fundamentalismo de derecha
para detenerlo, solo pueden lograr dilatarlo en el tiempo, pero se tata de un
desarrollo incontenible; depende ahora del trabajo de las fuerzas progresistas
superar la rémora conservadora y dar ejemplo de liderazgo en el camino del
cambio constitucional.