Ilave es un pueblito ubicado a 3,800 metros sobre el nivel del mar, en el distrito del mismo nombre, en la provincia del Collao, departamento de Puno, al extremo sureste del Perú, en la orilla oeste del lago Titicaca, que comparte frontera con Bolivia; cuenta con mas de 30 mil habitantes, la gran mayoría de ellos aymaras por su acervo cultural e idioma; está situado dentro de la región que es considerada una de las más pobres del país.
Era muy temprano en la mañana en Ilave y Rudecindo ya
estaba a medio camino de regreso del valle, con su carreta cargada con porongos
de leche que la compañía minera le encargaba transportar, con esto completaba
las raciones para los trabajadores de la planta procesadora; lo mínimo que cumplía
la ley, porque a los picadores, que rajaban la tierra en busca de mineral, solo
les dan trabajo a destajo, sin ningún beneficio.
Era temporada de lluvias, enero siempre es el peor, y
en varios puntos los caminos se cortaban por los deslizamientos, el par de acémilas
que jalaban del carromato tenían que hacer gran esfuerzo en algunas zonas donde
la greda se ponía viscosa y amenazaban con atrapar las cansadas ruedas del
viejo vehículo.
Mientras recorría el sendero, que los animales de tiro
conocían de memoria, por todo el tiempo que han hecho la misma ruta, Rudecindo
pensaba en sus hijos, cuatro en total, aunque uno de ellos falleció de niño por
efectos de la varicela, debió haberlo vacunado, le dijeron en la posta, cuando
lo llevó con las altísima fiebres, pero ¿cómo iba el a saber que había vacunas
para eso?
El mayor consiguió trabajo en la minera y vive en las cercanías
con su esposa y dos hijos, el otro le viene ayudando en las labores de la
chacra, donde cosechan algunas arrobas de papa que venden en el mercado y crían
algunos animales, solo uno logró terminar la secundaria en la escuelita fiscal
y se mudó a Puno, donde trabaja para una oficina y vive con su pareja y su bebe
recién nacido; lástima que su esposa no llegó a ver a sus hijos logrados, murió
en la casa dando a luz al último de sus vástagos.
Rudecindo rogaba
a Dios que protegiera a sus hijos y mantenía la esperanza que uno de sus amados
nietos alcanzara, un día, ir a la universidad y ser un honrado profesional.
Por lo menos para nosotros la vida es simple, pensaba Rudecindo,
es solo levantarse temprano, trasportar la leña, hacer las tareas de la chacra,
alimentar los animales y preparar nuestros alimentos, día tras día, Dios no
deja de poner comida en nuestra mesa nunca y podemos dormir en paz cada noche.
Faltaba poco menos de media hora para llegar a su
destino cuando los cansados animales de tiro hacen un giro brusco en el sendero
que bordea el rio Ilave y el peso de los porongos provoca que la carreta se
balacee hacia el borde, provocando que una de las ruedas quede atrapada en el canto.
Rudecindo, con sus sesentaidos años, vividos
enteramente en el campo, trabajando la tierra y viviendo de sus frutos, bajó prontamente
a tierra para arrear a las mulas y ayudar, empujando la rueda, con el fin de volverla
a poner en el sendero, no era la primera vez que su carreta se atascaba,
especialmente en estas épocas de lluvia.
Empujaba y empujaba con toda su fuerza, los animales
tiraban con esfuerzo de la carreta, estaba duro de destrabar esa rueda, cuando será
que el gobierno dedique un poco de interés a dar mantenimiento a estos senderos,
pensaba mientras pujaba sus esfuerzos, o por lo menos la minera que se sirve de
estas rutas debería poner interés, continuaba dilucidando, ya casi…, solo un
poco más y la sacamos.
De pronto, cuando la rueda había alcanzado finalmente
el borde superior, golpea una gruesa piedra incrustada en el terreno y se abre
una grieta que origina el desmoronamiento de todo el borde del camino, provocando
a su vez que la carreta con todo su cargamento se deslice hacia el rio que corre
raudo cinco metros más abajo, arrastrando a Rudecindo entre los viejos maderos
del carromato y los porongos de leche.
Las acémilas, animales de raza fuerte, a duras penas
logran deshacerse de los restos desparpajados de la carreta y arrastrarse a la
orilla, no sin dejar de mostrar sendas heridas en sus cuerpos; de Rudecindo, no
se sabe más.
EL ACCIDENTE FORTUITO
Edgardo Berckemeyer De la Piedra, Edgard como le conocían
sus amigos y familiares, era un muchacho radiante a sus veintitrés años, natural
de Lima, la capital del Perú, estudiando derecho en la universidad Del Pacifico,
pensando seguir la tradición familiar de su padre y abuelo en la carrera de
leyes, así un día se haría cargo del exitoso buffet de abogados que preside
actualmente su padre, representando los intereses de grandes firmas
internacionales que operan en el país.
Se puede decir que vivía en Cieneguilla, donde pasó
toda su infancia y adolescencia, en la residencia de sus padres, donde se hacían
todas la reuniones y celebraciones familiares, donde hacía las fiestas con sus
amigos y podía disfrutar de sus amplios campos, los cómodos aposentos, la
servidumbre que lo atendía y por supuesto, la piscina temperada, una de las
cosas que más extrañaba entonces.
Y es que los últimos cuatro años de su vida, la mayor
parte del tiempo la pasó en un departamento que adquirió su padre para él, en
la Av. Benavides en Miraflores, con la finalidad que estuviera mas cerca de su
centro de estudios, pero que planeaba abandonar prontamente, dado que el
siguiente año terminaba su carrera y se tomaría un año sabático para recorrer
el mundo y finalmente aterrizar en Francia donde aplicaría para su doctorado en
la Sorbona de Paris.
La tragedia comenzó en San Bartolo, en la casa de playa
de los padres; ese año había decidido no pasar la celebración de año nuevo con la
familia en Cieneguilla, como era tradicional, mas bien organizó una fiesta en la
playa con sus colegas de la universidad y otros amigos; todo salió muy bien, bailaron
hasta bien entrada la madrugada al son de una banda contratada al efecto,
comieron hasta el hartazgo del buffet que fue encargado y por supuesto, bebieron
sin control del amplio y surtido bar de la casa.
Fue al día siguiente, sufriendo la resaca, tirados en
la arena de la playa, que a Sergio, uno de sus compañeros de clase, se le ocurrió
la idea de aprovechar las vacaciones de verano en la universidad para hacer un
viaje al Cuzco; varios de ellos se apuntaron inmediatamente a la idea y
empezaron los planes de lo que podían hacer.
Pasaron un par de semanas aún entre las coordinaciones
y preparativos para el viaje acordado, y en el trascurso, por una y varias
razones, algunos de los entusiastas viajeros desistieron del propósito;
finalmente solo cuatro de ellos persistieron y compraron sus pasajes para
partir del aeropuerto Jorge Chávez a fines de enero.
Llegaron como estaba previsto al aeropuerto Alejandro
Velasco Astete de Cuzco, inmediatamente se embarcaron en un taxi hacia el hotel
que reservaron en el centro histórico de la ciudad, recibieron sus
acomodaciones muy prontamente y no tardaron en aclimatarse a la altura, por lo tanto
al día siguiente ya estaban recorriendo la ciudad.
Los siguientes días fueron a Machupichu, al
Coricancha, Sacsayhuamán, Ollantaytambo, y otros varios sitios históricos de la
ciudad, ah, por supuesto, ya se habían hecho conocidos en las tabernas de los
alrededores de la plaza de armas, las que recorrían infaltablemente todas las
noches.
No faltaron las clásicas fotos delante de las monumentales
edificaciones del incanato y con las llamas y las paisanas posando con su
vestimenta tradicional.
Apenas había pasado mas de una semana y ya sentían que
habían conocido todo lo interesante que había para ellos, empezaron a sentir el
aburrimiento de la rutina y buscaban nuevos retos.
Fue así que uno de esos días llego Alfredo, uno de sus
colegas de viaje, con la noticia que en Puno se celebraría una gran festividad
por el día de la Virgen de la Candelaria en esos días, así que se propusieron
viajar hacia Puno para participar de los festejos.
Viajaron un poco incomodos, pese a sus pasajes VIP, en
los buses que hacen la ruta, no son como los buses que hacen servicio turístico
en Lima, pero llegaron sin novedad, es un viaje de unas nueve horas
aproximadamente, que se hace generalmente de noche; apenas se acomodaron en el
hotel, fueron a buscar unos mates de coca, no solo por el frio intenso, sino porque
la altura de Puno es mas elevada que en Cuzco y hace estragos en el cuerpo, el
mate de coca es un estimulante ancestral recomendado para combatir el mal de
altura o “soroche” como se le llama en estos lugares.
Todo fue de maravilla en Puno, tal como lo habían planeado
y como el dinero no era un problema, disfrutaron de todas las festividades, la
comida, la bebida y la compañía de bellas chicas del lugar que se unieron a
ellos en el festejo que duró tres días completos,
Finalmente, mientras estaban disfrutando de una cena
en un restaurante típico del lugar, donde les sirvieron una deliciosa trucha al
ajo, Edgard llamó al encargado del negocio a su mesa para hacerle los cumplidos
que merecía su cocina, aprovechando para preguntarle de donde conseguían esos magníficos
pescados, a lo cual le indicaron que les abastecían del poblado cercano de Ilave,
por donde corre el rio del mismo nombre y de donde se pescaban esos deliciosos
ejemplares.
La información que recibió despertó ávidamente el interés
de Edgard, cuya afición por la pesca nació desde niño, cuando acompañaba a su
padre y sus socios a los paseos de pesca que este organizaba casi todos los años,
aunque era mas bien para hablar de negocios, pero también aprendió las técnicas
de la pesca.
Inmediatamente se prestó a la tarea de convencer a sus
compañeros para ir a Ilave y tratar de pescar unas cuantas truchas, solo por diversión,
ya que no tenían donde prepararlas, ni tenían la menor idea de cocina.
A la mañana siguiente se dedicaron a buscar tiendas
para rentar el equipo de pesca que necesitaban, después de almuerzo se
embarcaron en unos pequeños buses que hacen el recorrido entre Puno e Ilave, eran
solo una hora y media de viaje, llegaron al pequeño poblado, ya entrada la
tarde, se alojaron en un modesto hospedaje cerca de la plaza de armas e
inmediatamente fueron a recorrer el lugar.
Por supuesto terminaron el recorrido en una taberna,
donde se embriagaron con chicha fermentada de maíz, llamada chicha de jora,
producto natural de la zona.
Con todos los efectos de la resaca aun en sus cabezas,
se levantaron muy temprano en la mañana y consiguieron un taxi que los llevara
al sitio llamado la curva de huayllata, a orillas del rio Ilave, donde les
recomendaron era el mejor punto para la pesca, aunque el chofer les advirtió que
podía ser peligroso en esta época porque las lluvias habían elevado el caudal
del rio, sin embargo ellos estaban envalentonados a conseguir sus presas.
No bien llegaron al lugar , bajaron la pendiente hasta
la orilla y se dispusieron a arreglar sus aparejos, enganchar las carnadas que
consiguieron en el mercado, ponerse los trajes de jebe para entrar en el rio.
La ribera del rio estaba despejada de vegetación en
este punto y la arenisca mostraba un declive hacia la corriente del mismo, se notaba
por las marcas del terreno que el nivel del agua se había elevado.
Carlos había estado vomitando en la noche a causa del
alcohol ingerido y prefirió quedarse en la orilla junto a las mochilas, Edgard,
Alfredo y Sergio empezaron a entrar en la corriente, apenas sus primeros pasos
notaron que la arenisca se convertía en greda por la cantidad de agua, dando
esa sensación de que te atrapaba los pies.
La corriente del rio se sentía con fuerza, por eso
Alfredo y Sergio se mantuvieron precavidos, tratando de no alejarse mucho de la
orilla donde tiraron sus anzuelos, mientras Edgard se mostró más osado y
trataba de llegar al centro del rio pensando en coger una mejor presa.
De un momento a otro pareció que un pie de Edgard se quedo
atrapado, no se sabe si en la greda del lecho del rio o algunas piedras que
arrastraba la corriente, el estaba tratado de liberarse cuando perdió el
equilibrio y cayó de lado.
Sergio se percató del incidente y se apresuró a tratar
de alcanzar a Edgard que ya estaba siendo arrastrado por la corriente; en sus
esfuerzos por tratar de alcanzarlo una rama de árbol arrastrada por la fuerza
del rio lo golpea haciéndole perder el equilibrio, estaba ya tragando agua
cuando siente que lo jalan del brazo con fuerza y se da cuenta que es Alfredo
quien corrió a rescatarlo, con dificultad ambos logran recuperar el control y
llegar de regreso a la orilla, con el espanto de Carlos; a Edgard, no lo ven más.
LA BUSQUEDA DE
RUDECINDO
Recién al medio día se enteraron sus hijos que
Rudecindo no llegó a la minera con su carga; inmediatamente salieron en su
busca desde ambos extremos del camino, uno desde la chacra montado en su burro,
el otro desde la minera en una moto que le facilitó un compañero.
En una parte del sendero se encontraron ambos sin
noticias de su padre, y regresaron nuevamente, esta vez con mayor detenimiento,
haciendo su búsqueda rio abajo; no podía desaparecer, así como así; empezaron a
temer lo peor.
Casi dos horas después, confirmaron sus sospechas, en
un recodo del rio encontraron a las mulas malheridas, con los despojos de la
carreta; uno de ellos decidió correr al pueblo a pedir ayuda de los vecinos,
mientras el otro fue a la comisaria a denunciar el accidente para que
organizaran una búsqueda.
En cuanto el hijo de Rudecindo llegó al pueblo y los vecinos
se enteraron, se organizó una partida de voluntarios, más de diez enrumbaron
inmediatamente al sitio de los hechos y comenzaron la búsqueda.
Mientras que, en la comisaria, el sargento de guardia recibió
la denuncia, sentado en su escritorio, puso papel en su máquina de escribir, y empezó
a preguntar paso a paso por los hechos de la desaparición de Rudecindo para
culminar con el informe de la denuncia; como el hijo insistiera en que se
organizara una búsqueda, el sargento le respondió que eso solo lo puede
autorizar el comisario, y que habría que esperarlo porque se encontraba en una comisión
en Puno.
Ya estaba bien entrada la tarde cuando retorno el
comisario de su comisión, recibió el informe de la desaparición de Rudecindo y
le hizo saber a su hijo que sentía mucho pesar por lo acontecido, pero que era
muy tarde y oscurecería muy pronto, por tanto no se podía hacer nada ahora,
pero que en la mañana enviaría un servicio a investigar los hechos.
Cuando retornó a su vecindario, ya había oscurecido, encontró
a su hermano y a la gente reunida en la plazuela, los que regresaron de la búsqueda
y el resto de vecinos preocupados por saber las noticias sobre Rudecindo;
desesperanzados los rescatistas contaron como habían recorrido gran parte de la
ladera sin resultado alguno, pero aseguraron su presencia para la mañana siguiente
a continuar la búsqueda, a los que se sumarian otros más.
Al día siguiente, muy temprano, ya había cerca de
veinte voluntarios del vecindario, reunidos en la plazuela, listos para
reanudar la búsqueda, se dividieron en parejas, se asignaron zonas e iniciaron
su trabajo con intensidad; al medio día dos policías se presentaron en el lugar
del accidente, tomaron notas de lo encontrado, realizaron una inspección recorriendo
un kilómetro alrededor, se trasladaron a la chacra de los Quispe a revisar las
mulas y volvieron a la comisaria a redactar su informe.
A lo largo de tres días después del accidente los
voluntarios continuaron la búsqueda en toda la rivera del rio, sin resultados
positivos, en la radio local insertaron una nota dando cuenta de la noticia del
accidente de Rudecindo; solo al segundo día unos voluntarios encontraron restos
de la ropa de Rudecindo enganchados en unas ramas en una curva de la corriente,
no había más que reportar.
Bajo la presión del hijo de Rudecindo y algunos
vecinos que se presentaron ante la policía, el comisario accedió a enviar un
grupo de cuatro efectivos para que se sumen a la búsqueda, no podemos asignar más
porque significaría dejar desguarnecida la comisaria, afirmó el Capitán a
cargo.
Después del tercer día se desactivaron los voluntarios
en la búsqueda, sin hablar en voz alta de ello, todos entendieron que era inútil
continuar, conocían la zona, conocían su rio, sabían que no podía sobrevivir al
frio congelante por cuarentaiocho horas y que si la corriente, que estaba fuerte
por las lluvias, había llevado el cuerpo hasta su desembocadura en el lago Titicaca,
sería casi imposible encontrarlo, no solo por la amplitud del lago, sino por la
acción de los depredadores, que para entonces ya lo habrían destrozado.
LA BUSQUEDA DE
EDGARD
Los muchachos regresaron muy exaltados hasta el camino
donde los esperaba el taxista, este al enterarse de lo sucedido los enrumbo
velozmente al pueblo, directamente a la comisaria; allí el sargento de guardia
los puso inmediatamente en presencia del comisario, que dejó atrás el suculento
desayuno que se estaba endilgando y se apresuró a convocar a todo el servicio
de guardia para organizar la búsqueda del turista perdido.
Empezaron las llamadas a Lima, para enterar a los padres
del acontecimiento; mientras el padre de Edgard se comunicaba con las mas altas
autoridades de la capital para que se usaran todos los recursos disponibles en
encontrar a su hijo y fletaba un vuelo directo inmediato para él y su esposa hacia
Cuzco, los padres de los otros muchachos se apresuraron en hacer todos los
arreglos para que sus hijos fueran trasladados, de manera inmediata, directamente
al aeropuerto Velasco Astete de Cuzco, donde ya les habían reservado pasajes de
emergencia para que retornen a Lima.
Don Berckemeyer padre, llegó a Cuzco ya entrada la
noche, pero en la mañana siguiente a primera hora estaba siendo trasladado
hasta Ilave en un helicóptero de la Fuerza aérea del Perú; en el lugar, acompañado
del comisario de Ilave, verificó que habían solo dos equipos de seis policías,
mas otro grupo mas numeroso de civiles voluntarios que estaban en la tarea de
ubicar a Edgard, dada la amplitud y lo accidentado
del terreno no parecía suficiente, ya que el tiempo corría en contra para encontrarlo
con vida.
Paso varias horas haciendo llamadas telefónicas, como
resultado, en horas de la tarde llegaron refuerzos de la región policial de
Puno y otro grupo de defensa civil; así también un médico y varios enfermeros, con
equipos de emergencia, enviados por la oficina regional del ministerio de salud,
quienes armaron una estación de campaña en la plaza de armas, en caso que
tuvieran que atenderlo de emergencia.
Al día siguiente un helicóptero de la fuerza aérea y
dos lanchas patrulleras de la fuerza naval se sumaron a una intensa búsqueda,
metro por metro de la cuenca del rio; las autoridades que se apersonaron al
pueblo, un par de fiscales y el prefecto de la provincia, estaban supervisando
el operativo, que estaba al mando de un comandante policial enviado expresamente
esta misión; ninguno quería enfrentar a Don Berckemeyer, pero la realidad es
que los rescatistas habían perdido las esperanzas de encontrarlo con vida, por
lo menos intentaban poder recuperar el cuerpo, antes que los depredadores del área
hagan su trabajo.
Tres días después de su desaparición se hizo realidad la
pesadilla de Don Berckemeyer, el cuerpo sin vida de Edgar fue encontrado por
una de las lanchas en un recodo del rio, muy cerca e su desembocadura al lago Titicaca;
estaba muy maltratado y había comenzado a entrar en estado de descomposición,
con suerte los animales carroñeros no lo habían atacado.
Entre estremecedoras escenas de dolor su cuerpo fue
llevado en helicóptero a Cuzco y de allí en vuelo directo a Lima para los funerales
correspondientes.
LOS FUNERALES QUISPE
No pudo haber funeral para Rudecindo sin el cuerpo,
pero los vecinos organizaron una ceremonia en la plazuela del barrio, donde se
celebró una misa que ofició el cura de la parroquia.
Hubo algunos gastos, por los arreglos florales, unos pocos
aparejos ornamentales, algunas botellas de licor y sándwiches que se ofrecieron
a los asistentes, así como la donación que se tuvo que ofrecer a la parroquia
por los servicios prestados por el cura en la ceremonia; la pobreza de los
Quispe no alcanzó para cubrir todo esto, así que los vecinos hicieron una bolsa
común para colaborar con todo esto.
LOS FUNERALES
BERCKEMEYER
La noticia de la trágica suerte del hijo de Don
Berckemeyer había estado en las noticias a nivel nacional desde el día de los
hechos, reporteros de diferentes medios viajaron hasta Ilave a cubrir el
operativo de búsqueda, otros reportaban en vivo desde Puno; ahora el funeral era
noticia de primera plana en Lima.
El funeral de Edgard tuvo varias etapas, empezando por
una misa de cuerpo presente en la basílica de la parroquia Nuestra Señora del Pilar
en San Isidro, oficiada por el obispo auxiliar de Lima, a la que asistieron
varios ministros de estado, empresarios nacionales y representantes de
importantes firmas internacionales; luego el velatorio, que duro un par de días,
en el anfiteatro del Rotary Club, por donde desfilaron, además de multitud de amigos
y familiares, muchas figuras relumbrantes del espectro político y del ambiente artístico
del país; a continuación fue la
ceremonia en el campus de la Universidad Del Pacifico, presidida por el mismísimo
rector, para finalmente el cortejo fúnebre terminar en el mausoleo privado de
la familia Berckemeyer en el cementerio de La Molina.
EL CASO LEGAL
QUISPE
A poco más de una semana de la desaparición de
Rudecindo, llega una carta notarial a la casa de los Quispe, procedente la empresa minera, en la cual reclaman a sus
hijos, como representantes legales solidarios, el pago de dos mil soles por
cuenta de los porongos que la empresa le proporcionó a Rudecindo para el transporte
de la leche, ochenta y tres soles por el producto perdido y ciento veinte soles
más por el perjuicio causado al interrumpir el suministro, cuyo total importa
la cantidad de dos mil doscientos tres soles, cuyo pago deberá ser efectuado en un plazo de sesenta días
calendario, caso contrario se planteará su cobranza coactiva por los medios
judiciales, con cargo de los costos legales correspondientes.
La carta remeció no solo a la familia Quispe, que por
obvias razones estaban en la imposibilidad de cubrir dicha cantidad, sino que además
toda la vecindad se enteró prontamente de la injusticia que se pretendía consumar
con los Quispe.
Pasaron semanas de agitación, donde tanto los Quispe,
como diferentes representantes de la comunidad, se hicieron presentes en la
empresa minera y ante el departamento legal, presentando documentos varios,
pidiendo la exoneración del pago en vista de la situación familiar; sin embargo,
la empresa a duras penas ofreció desdoblar el pago en cuatro armadas mensuales
de seiscientos soles, incluyendo el interés contable.
La comunidad de Ilave, que conocía muy bien a la familia
Quispe, a la cual han pertenecido por muchos años, ganándose el respeto de
todos con su trabajo honrado y la solidaridad que siempre mostraron con sus
vecinos, demostró también su solidaridad con ellos a través de una actividad pro
fondos que logró recaudar cerca de quinientos soles entregados a la familia;
con lo poco que logró juntar la familia, pagaron la primera cuota a la minera; para
completar el resto su hijo tuvo que hacer los trámites necesarios en el banco,
para solicitar un préstamo poniendo como garantía el título de su tierra, la
que ha pertenecido a la familia desde principios de siglo.
EL CASO LEGAL
BERCKEMEYER
No habían terminado aun los servicios funerarios de
Edgard, cuando el equipo legal del buffet presidido por su padre estaba ya elaborando
toda la documentación necesaria para presentar querella contra todos los que
resulten responsables del fallecimiento de su hijo.
De hecho, a finales del mes, ya se habían presentado
litigios en diferentes juzgados, contra el municipio de Ilave, el gobierno
regional de Puno, el departamento de defensa civil y el ministerio de transportes
y comunicaciones; todos acerca de su responsabilidad en el mantenimiento de los
caminos, del control de la rivera del rio, de la señalización de los espacios
peligrosos, de la asistencia de emergencia en percances como este y de la atención
a la seguridad de los turistas y visitantes de la región.
El total de las compensaciones pedidas en todos los
casos sumaban más de cinco millones de soles; los abogados encargados se mostraron
muy optimistas en conseguir decisiones favorables en cada caso, de acuerdo a
los antecedentes presentados y las coordinaciones con los contactos que se tenían
en el sistema; la presión mediática del caso también jugaba en su favor.
DOS VIDAS, DOS
MUNDOS
Dos personas, uno un hombre de avanzada edad, sin educación,
labrador de la tierra, en situación de pobreza, habitante de un pequeño pueblo
de una región alejada del país; el otro, un joven, con una carrera profesional
casi lograda, en una situación familiar económica
acomodada, la cual le asegura un futuro prometedor en el entorno social
nacional.
¿Cómo valoramos la vida de cada ser humano?
¿Podemos afirmar que es mas valiosa la vida de un
joven, que además promete convertirse en alguien importante para la sociedad,
que la de un anciano, que probablemente morirá en su lejana tierra sin mucha
relevancia social?
La sociedad en que vivimos asigna un peso moral a los
individuos según su posición económica, su nivel educativo, su edad y su origen étnico; esto es un hecho innegable, ¿pero
es este sistema justo y aceptable?
¿Es justo apuntar a los desplazados del sistema por su
situación? ¿no tendrían que tener todas las personas las mismas oportunidades
de desarrollo cultural y social, para determinar cual es el verdadero valor de
cada cual?
¿Es esta división en dos mundos diferentes en nuestra sociedad
la causa de la crisis social que amenaza con explotar el sistema democrático?
El sistema de
valores que nos asigna una posición en la sociedad tiene la falla estructural
de no tomar en cuenta la base de oportunidades desde la cual parte cada
individuo.
La historia de los Berckemeyer y los Quispe es solo
una de las muchas que suceden en un país donde las desigualdades se hacen más y
más pronunciadas cada vez.
Historias que deben hacernos recapacitar acerca de la
clase de sociedad en la que queremos vivir y en el mundo que queremos dejar para
las generaciones sucesivas,