Existe
una evidencia muy clara en el Perú, de que las instituciones del estado han
sido copadas por unas bandas delincuenciales.
Un
gobierno de facto, que nadie eligió, con 90% de desaprobación nacional, que le
quita todo legitimidad, que solo se sostiene gracias al contubernio con las catervas
más indignas del parlamento que le blindan con su apoyo, y una sangrienta represión a los opositores, ejecutada por una fuerza militar que, en contra de su definición,
toma posición política; un congreso elegido por una élite partidaria que
negocia con las candidaturas, y cuya mayor atención está centrada en
enriquecerse a costa del erario público, para lo cual, no tiene el menor reparo
en someterse a los poderes de la corrupción; un tribunal constitucional que permite
toda clase de leguleyadas e “interpretaciones”, vulnerando a todas luces la constitución
que están supuestos a defender, para dar paso a fuerzas políticas reaccionarias,
justificando sus latrocinios; una fiscalía coludida con el crimen organizado,
que extorsiona a los otros poderes del estado para asegurar su posición y proteger
la corrupción; un poder judicial plagado de jueces venales; un jurado nacional
de elecciones cuyas facultades vienen siendo cada vez más limitadas, por los
poderes corruptos, imposibilitándole tomar acción para corregir las deficiencias en la elección de los
funcionarios, que permiten el encumbramiento de los delincuentes; unos
gobiernos regionales restringidos por el poder centralista de la capital y
cuyas autoridades se enriquecen con la acción de la corrupción.
Esta
es a grandes rasgos la realidad del estado delincuencial que gobierna el Perú
en estos momentos; nada hace presagiar que esta situación pueda sostenerse
mucho tiempo, los poderes económicos que manejan el comercio internacional, necesitan
gobiernos estables, no pueden permitir el caos producido por este tipo de
gobiernos, y van a tomar las medidas pertinentes para corregirlo, más temprano
que tarde, este gobierno y sus secuaces van a caer.
La
desgracia peruana es que no existe una fuerza política coherente, capaz de sostener
una visión de país, que sirva como norte, para plantear un plan de gobierno viable,
que logre conectarse con las aspiraciones de la población, y programar las
etapas necesarias que debe ir remontando el estado, dentro de una línea de
tiempo, de acuerdo a las prioridades que se plantean.
¿Cómo
se construye esta fuerza política? Por principio alejándose de las doctrinas
existentes, porque la ortodoxia no sirve cuando analizamos una sociedad que
enfrenta cambios radicales, como los que están sucediendo, nuevas realidades
requieren nuevas doctrinas; además de que crea un ambiente de polarización extrema
que no hace mas que alimentar la profundidad de la crisis.
Segundo,
muy importante, imaginar la patria que queremos, crear esa visión de país, para
que, dentro de esa visión, forjar un plan viable al cual acometer; esto último
requiere vincularse a las organizaciones laborales, campesinas, barriales,
regionales, etc., en todo el territorio nacional; no con la finalidad de
manipularlas y controlarlas o captar militantes para una organización política,
sino para conocer de cerca su realidad y rescatar sus necesidades y reclamos,
de tal manera que estas puedan ser enlazadas con las de los demás sectores, e
incluidos en el plan que está en elaboración.
Es
imprescindible comprender que la tarea es forjar una patria, ello hace necesario
reconocer a tu principal adversario, y en este caso “reconocer” no es
simplemente “identificar”, sino que va más allá, significa darle el
reconocimiento que merece, un trato de respeto por las ideas y posiciones que
no compartimos.
Aunque,
en el caso de Perú, significará también buscarlo, entre toda la miasma fascista,
corrupta y misógina que ha invadido últimamente el espacio de la derecha, para
poder entablar un diálogo que lleve a establecer ciertas normas con las cuales
se pueda llevar a cabo la lucha política por el poder, dentro de cánones
razonables y con un mínimo de decencia.
Es
necesario, sí, llevar a cabo todas las acciones necesarias para hacer colapsar
el régimen actual, que está descomponiendo rápidamente la institucionalidad democrática
del país; pero debemos tener en cuenta que es una medida coyuntural, mientras
no exista una fuerza política capaz de representar mayoritariamente a la ciudadanía,
y tomar las riendas del estado, seguiremos recorriendo el mismo círculo de corrupción
en el que estamos estancados hace décadas.