domingo, 17 de diciembre de 2023

EL ESTADO DELINCUENCIAL

 


 

Existe una evidencia muy clara en el Perú, de que las instituciones del estado han sido copadas por unas bandas delincuenciales.

Un gobierno de facto, que nadie eligió, con 90% de desaprobación nacional, que le quita todo legitimidad, que solo se sostiene gracias al contubernio con las catervas más indignas del parlamento que le blindan con su apoyo,  y una sangrienta  represión a los opositores, ejecutada por una  fuerza militar que, en contra de su definición, toma posición política; un congreso elegido por una élite partidaria que negocia con las candidaturas, y cuya mayor atención está centrada en enriquecerse a costa del erario público, para lo cual, no tiene el menor reparo en someterse a los poderes de la corrupción; un tribunal constitucional que permite toda clase de leguleyadas e “interpretaciones”, vulnerando a todas luces la constitución que están supuestos a defender, para dar paso a fuerzas políticas reaccionarias, justificando sus latrocinios; una fiscalía coludida con el crimen organizado, que extorsiona a los otros poderes del estado para asegurar su posición y proteger la corrupción; un poder judicial plagado de jueces venales; un jurado nacional de elecciones cuyas facultades vienen siendo cada vez más limitadas, por los poderes corruptos, imposibilitándole tomar acción para corregir  las deficiencias en la elección de los funcionarios, que permiten el encumbramiento de los delincuentes; unos gobiernos regionales restringidos por el poder centralista de la capital y cuyas autoridades se enriquecen con la acción de la corrupción.

Esta es a grandes rasgos la realidad del estado delincuencial que gobierna el Perú en estos momentos; nada hace presagiar que esta situación pueda sostenerse mucho tiempo, los poderes económicos que manejan el comercio internacional, necesitan gobiernos estables, no pueden permitir el caos producido por este tipo de gobiernos, y van a tomar las medidas pertinentes para corregirlo, más temprano que tarde, este gobierno y sus secuaces van a caer.

La desgracia peruana es que no existe una fuerza política coherente, capaz de sostener una visión de país, que sirva como norte, para plantear un plan de gobierno viable, que logre conectarse con las aspiraciones de la población, y programar las etapas necesarias que debe ir remontando el estado, dentro de una línea de tiempo, de acuerdo a las prioridades que se plantean.

¿Cómo se construye esta fuerza política? Por principio alejándose de las doctrinas existentes, porque la ortodoxia no sirve cuando analizamos una sociedad que enfrenta cambios radicales, como los que están sucediendo, nuevas realidades requieren nuevas doctrinas; además de que crea un ambiente de polarización extrema que no hace mas que alimentar la profundidad de la crisis.

Segundo, muy importante, imaginar la patria que queremos, crear esa visión de país, para que, dentro de esa visión, forjar un plan viable al cual acometer; esto último requiere vincularse a las organizaciones laborales, campesinas, barriales, regionales, etc., en todo el territorio nacional; no con la finalidad de manipularlas y controlarlas o captar militantes para una organización política, sino para conocer de cerca su realidad y rescatar sus necesidades y reclamos, de tal manera que estas puedan ser enlazadas con las de los demás sectores, e incluidos en el plan que está en elaboración.

Es imprescindible comprender que la tarea es forjar una patria, ello hace necesario reconocer a tu principal adversario, y en este caso “reconocer” no es simplemente “identificar”, sino que va más allá, significa darle el reconocimiento que merece, un trato de respeto por las ideas y posiciones que no compartimos.

Aunque, en el caso de Perú, significará también buscarlo, entre toda la miasma fascista, corrupta y misógina que ha invadido últimamente el espacio de la derecha, para poder entablar un diálogo que lleve a establecer ciertas normas con las cuales se pueda llevar a cabo la lucha política por el poder, dentro de cánones razonables y con un mínimo de decencia.

Es necesario, sí, llevar a cabo todas las acciones necesarias para hacer colapsar el régimen actual, que está descomponiendo rápidamente la institucionalidad democrática del país; pero debemos tener en cuenta que es una medida coyuntural, mientras no exista una fuerza política capaz de representar mayoritariamente a la ciudadanía, y tomar las riendas del estado, seguiremos recorriendo el mismo círculo de corrupción en el que estamos estancados hace décadas.