domingo, 10 de septiembre de 2023

FRONTERAS SANGRIENTAS

 


Desde sus inicios los seres vivos en el planeta fueron territoriales; las distintas especies necesitaban asegurar sus fuentes de alimentación para sobrevivir.

El ser humano, al desarrollar una inteligencia superior, patentizó esta necesidad en formas cada vez mas sofisticadas, en su etapa de cazador errante, los territorios que recorrían las diferentes tribus eran exclusivas, y se producían sangrientas batallas cuando descubrían que alguna otra tribu había invadido sus límites.

Cuando descubrieron la agricultura, se volvieron sedentarios, y sus límites fueron demarcados más eficientemente, ahora tenían que defender las aldeas donde vivían y los campos de cultivo, se pusieron hitos que señalaban los limites y puestos de vigilancia para resguardarse de los intrusos.

Cuando empezaron a dedicarse a la ganadería, requirieron de espacios mas amplios, el peligro de que robaran el ganado era mayor, se vieron obligados a organizar patrullas que resguardaran los límites, dando nacimiento al embrión de los ejércitos.

El desarrollo de la agricultura y la ganadería hicieron crecer con rapidez las aldeas, incrementando a su vez sus necesidades; aquí es donde empiezan a surgir la diferenciación en las funciones sociales, aquellos que, por su experiencia, alcanzaron los conocimientos acerca de las utilidades de ciertas plantas, los cambios de estación, los tiempos de siembra y cosecha y algunas habilidades curativas, fueron encumbrados como sabios, sacerdotes, brujos o chamanes, cuyo desarrollo posterior daría origen a las religiones; mientras que aquellos que sobresalieron por su fortaleza física, su capacidad de liderazgo, y sus habilidades guerreras en la defensa del territorio, se convirtieron en grandes jefes, al mando de una tropa de guerreros, cuyo desarrollo posterior daría origen a los ejércitos profesionales.

De esta manera las nacientes comunidades se conformaron sobre dos poderosas columnas: un órgano espiritual, que garantizaba la unidad, brindándole una cohesion interna, y un órgano militar que garantizaba su seguridad externa.

Esta organización permitió el crecimiento espontáneo de las aldeas, que pronto empezaron a convertirse en pequeñas ciudades, lo cual incrementó enormemente sus necesidades, como consecuencia sus fuerzas guerreras se dieron a la tarea de conquistar por la fuerza nuevos territorios, lo que también trajo como consecuencia la esclavización de las tribus vencidas, que fueron usadas como fuerza de trabajo,

El incremento de la riqueza no fue equitativo, los jefes militares y sus allegados, así como los sacerdotes, chamanes y otras autoridades, reclamaron para sí, en virtud a su participación en el despojo de otras tribus, los mayores beneficios, tanto en bienes, como en tierras y esclavos; de esta manera se fueron consolidando las clases sociales.

La clase más enriquecida se fue volviendo cada vez más ambiciosa, se pusieron a la tarea de conquistar mayores extensiones de tierras, marcando su poderío de acuerdo a su posesión territorial; naciendo así la clase feudal, pero cuanto más grande se extendía la propiedad del señor feudal, surgía también la necesidad de contar con suficiente mano de obra que la trabajara para darle valor, porque la posesión de la tierra sin el trabajo humano era inconsistente.

Para cubrir esta necesidad, usaron su poder para acosar a los pequeños propietarios, cubriéndolos de deudas hasta despojarlos de sus posesiones y así convertirlos en siervos, mano de obra gratuita para sus tierras, los que además de pagar tributo por el uso de sus cultivos, debían jurar lealtad al señor feudal frente a sus adversarios.

Estos señores feudales se dividieron así las tierras existentes, y las guerras entre ellos, para engrandecer sus posesiones a costa del otro, se volvieron encarnizadas, guerras fratricidas que amenazaban con hacer caer el sistema social en una anarquía.

Para detener este peligro, algunos de los señores más poderosos, alarmados por la constante amenaza de destrucción, auspiciaron acuerdos de paz y la defensa conjunta de sus territorios unidos, creando un reino, reconociendo un rey absoluto y fundando así la monarquía.

Las monarquías gobernaron las sociedades humanas durante cientos de años, creando centros de poder, que llamamos ciudades, completamente fortificadas para defenderlas de sus enemigos, donde se concentraba toda la corte que rodeaba al soberano y desde donde se impartían las ordenes que gobernaban el reino;  durante ese periodo, en vista que estaban limitadas, aunque no desaparecidas totalmente, sus capacidades de engrandecer sus territorios a costa de otros reinos, aquellos reinos que pudieron aprovechar sus limites marinos, se lanzaron a la conquista de los territorios de ultramar; se fundaron los grandes imperios, con los más poderosos ejércitos, necesarios no solo para la conquista rapaz de nuevas tierras, sino también para defenderla de los agresores y para someter a los pueblos conquistados.

Las guerras de conquista y el mantenimiento de las provincias de ultramar, requerían de grandes gastos a la corona, los cuales eran extraídos de los tributos que estos exigían a los señores que gobernaban en las regiones; cuando empezó a surgir la clase artesanal, que se agrupaba en las grandes ciudades, y con ella los inicios de una industria incipiente, estos aprovecharon el descontento de los grandes señores, que eran exprimidos por los tributos de la corona, y forjaron una alianza utilitaria para enfrentarse a la monarquía y derrocarla; se moldeó de esta forma la burguesía.

La burguesía necesitaba ampliar el mercado para sus productos, y para ello era imprescindible que hubiera más hombres libres, potenciales compradores, en su nombre se libró la batalla contra la esclavitud y la servidumbre, las ciudades se convirtieron entonces en los principales centros donde los hombres libres eran sujetos de derechos; pero a la vez era necesario defender el área de sus mercados de manera que aseguraban la fuente de sus ganancias.

Con el advenimiento de la burguesía al poder político, se fundaron las repúblicas constitucionales, basadas en un contrato social, que compromete al ciudadano a obedecer las leyes que el estado decreta y a respetar a sus autoridades, mientras que el estado ofrece la protección al ciudadano dentro de sus fronteras establecidas, y cuida de mantener su bienestar; ofreciendo además, sostener una representación de los intereses ciudadanos mediante la elección de sus gobernantes.

En todos los casos, desde las sociedades primitivas, pasando por el esclavismo y el feudalismo, hasta llegar a las repúblicas, la defensa del territorio, ha tenido siempre dos factores que la fundamentan: la explotación monopólica de los recursos naturales y la de su fuerza laboral; porque, aunque con diferentes métodos y funciones, en todas las etapas, la función esencial del estado, estando el poder  en manos de los dueños de la economía,  ha sido y continua siendo, acerca de cómo se distribuye la riqueza.

Las fronteras han sido construidas para evitar que gobernantes extranjeros puedan explotar los recursos que solo los gobernantes del país están determinados a explotar, tanto en las riquezas naturales como en su fuerza laboral.

Muchas de estas fronteras han sido construidas por arbitrarios conquistadores, rompiendo las unidades geográficas y culturales existentes; los ejemplos mas resaltantes los encontramos en América y África.

Es completamente racional la existencia de límites geográficos, lo que resulta irracional es la existencia de fronteras que bloquean el libre tránsito de personas y mercaderías entre países.

Los limites geográficos existen desde siempre, en una ciudad, un distrito, una provincia o una región, cada una tiene sus propias autoridades que la gobiernan, frecuentemente manifiestan diferentes formas de socialización, pueden verse también costumbres y expresiones culturales propias; pero en ningún momento se construyen fronteras alrededor de ellas, porque conviven compartiendo sus intereses en común.

Las élites gobernantes tienen que dejar de arrogarse el derecho de explotación de un territorio, vulnerando incluso el supuesto ideal del capitalismo acerca del libre mercado.

Las fronteras fueron construidas desde un inicio para impedir que los esclavos huyan de sus amos y para impedir que los propietarios de otras tierras invadan las propiedades del amo de estas tierras; nunca fue para el beneficio de sus habitantes.

La inmigración “ilegal” es un punto álgido actualmente en la justificación de las fronteras, se construyen muros, vallas y hay fuerzas militares especializadas en evitar este tipo de inmigración, persiguiendo y sancionando a los infractores.

Haciendo un análisis de este fenómeno, se llegará a la conclusión de que, estos movimientos migratorios masivos, son consecuencia de una división social histórica creada por los mismos que establecieron las fronteras; las personas abandonan sus hogares y familias, emigran en condiciones penosas, presionadas porque en sus lugares de origen no encuentran una forma de emerger económicamente, y a veces ni siquiera lo suficiente para sobrevivir, se mudan con la esperanza de conseguir un mejor futuro, no solo para sí mismos, sino para sus hijos y descendencia.

Pero, ¿Por qué existe esta diferencia entre unos países altamente desarrollados y otros muy atrasados? Se trata de justificar estas diferencias con el hecho de que, la población de estos últimos, no han alcanzado niveles básicos de educación, que sus gobiernos son enormemente ineficaces y también afirmando que su cultura ancestral se sostiene en ideologías obsoletas que los mantiene atrasados.

Pero la respuesta acertada está ubicada en la historia, una historia saturada de cruentas conquistas de despojo, que los países colonialistas desarrollaron a través de los continentes, cuyos componentes más destacados fueron el genocidio, el esclavismo y el pillaje, fue con esos elementos que destruyeron todos los vestigios de las civilizaciones existentes en las tierras de ultramar y se repartieron el mapa de acuerdo a sus intereses.

Luego de siglos de opresión, durante los cuales aquellos países absorbieron todas las riquezas que les fue posible, impulsando con esto su propio progreso, los países llamados ahora “subdesarrollados”, obtienen su independencia, convirtiéndose en republicas, heredando, gracias a las practicas coloniales, territorios arrasados por enfermedades endémicas, con la mayoría de su población sin una educación elemental, con una enorme carencia en los servicios básicos, con una absoluta falta de elementos tecnológicos y una dependencia económica con los países desarrollados, los cuales, aun en el tiempo presente, continúan expoliando sus riquezas, ahora a través de empresas financieras y conglomerados comerciales.

Los países, del llamado primer mundo, se niegan a asumir su responsabilidad ante las emergencias que ellos mismos engendraron en el llamado tercer mundo, y construyen muros en sus fronteras, creadas para evitar “la mezcla” con razas que consideran inferiores, como forma de conservar los privilegios obtenidos a costa de la rapiña colonialista; aquella que forjó la acumulación originaria del capital, con la cual sentaron las bases de su propio desarrollo.

El debate por las fronteras trae consigo ideales chauvinistas, un patrioterismo ramplón, que promueve odios irracionales entre pueblos, los mismos que llevan al estallido de guerras, donde quienes luchan y mueren son la gente común de sus poblaciones, nunca los propietarios y poderosos que las originan en defensa de sus intereses.

Estamos en una etapa de la historia de la humanidad en que la era de las conquistas territoriales debe dejarse en aquel pasado vergonzante; hoy que no existen mas tierras inexploradas, los límites geográficos están definidos en su mayoría, necesitan ser establecidos legalmente y defendidos firmemente por una entidad supranacional.

No existe más justificación para el despojo territorial, en cada dominio se paga tributo dentro de su jurisdicción de manera escalonada, se tienen autoridades que gobiernan con cierta autonomía, el tránsito de personas y mercaderías debe ser abierto, cada estado, cada región, se tiene que encargar de regular, mediante las leyes y decretos jurisdiccionales, el comercio y las formas de socialización dentro de sus límites.

Teóricamente la función esencial del estado es proveer el bienestar ciudadano; cabe introducir entonces la interrogante: ¿Qué beneficio trae para el ciudadano común la existencia de fronteras?